Luego de casi un año de no publicar a través del blog, les entrego esto:
Vasos de silencio para el celoso guardián del arrecife de los esclavos, en donde quiera que esté.
Ahora estamos los dos, en esta polvorienta ciudad maquillada de acertijos sociales,
de olor a vino de un cuarto vacío,
de pétalos que caen sobre los andenes de una vieja y olvidada estación,
fotos de momentos plenos que lentamente desfilan frente a nosotros.
Luego, una bruma invisible, desconocida y fría altera el nervio de de los árboles del parque, luego, las aves callan...
Y de repente sacas de tu baúl un odre viejo y carcomido lleno de dudas
del que bebes y me lo escupes en la cara.
Y los días siguen...
Sin ti o a pesar de mi, sigilosos casi con miedo de cometer un error mientras grandes nubes amenazan con ensuciar de tizne la ciudad...
Entre otras cosas revelas un extraño filo sin brillo, sin reflejo de luz
lleno de reproches que me clavas una y otra vez,
y el color de la noche se merma...
Y la mirada del búho se cansa en medio de una oscuridad...
El lagarto busca refugio...
La música no cesa y las hojas de los almendro se comienzan a llenar de lluvia...
Miro esa mezcla ácida de sudor y agua que resbala por mis ropa y mi frente
contemplo el soplo del viento que mueve a miles de gerberas en el campo...
Cierro los ojos y pido y respiro.
lunes, 18 de agosto de 2014
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