lunes, 23 de agosto de 2010

MARTES



Entrada la noche en martes, las suelas de goma del oficial mitigan cualquier sonido mientras sigue el rastro de una fragancia elegantemente cara. La figura de un tipo se esconde tras unos portones en alguna calle de los Lagos, lo viene persiguiendo desde las afueras de la hoy abandonada catedral de la Divina Providencia. El oficial comienza a sentirse extrañamente excitado por ese olor que persigue, siente un cosquilleo en la mente, atraviesa el enrejado con nervio y recuerdo fragmentos de algunas viejas novelas policiacas, la distancia a la puerta principal sin sonido alguno. En algún sitio alguien cierra los ojos e imagina su ejecución. Desaparece cualquier aroma y una escultural sombra púrpura femenina abandona el viejo patio donde yace entre unos arbustos decapitado el que fuera el subagente Ramírez, fue algo furtivo, quizas invisible terriblemente silencioso,no lo sé, no lo pude ver desde aquí, algunas hojas ahora padecen un extraño tinte, difícil de describir, no quise acercarme tanto, pierdo de vista la sombra púrpura que se dirige a la calle del Dique. Me retiro lo más rápido que puedo de ahí en dirección contraria, le hago la seña a un taxi.


Los diarios no publicaron nada el miercoles, regrese a las 4 de la tarde con una taza café en la mano, necesitaba estar despierto, atento, miro el lugar, no hubo presencia policiaca, no está el cuerpo de Ramirez y en la casa no vive nadie.

martes, 10 de agosto de 2010

LA SOMBRILLA DE LA ABUELA

Es domingo y arribo con mi padre a un pueblo cercano a la capital, el calor matinal y la gente que aún me recuerda me hacen sentir de nuevo en casa. Las señoras con sus abanicos sentadas en mecedoras de madera, el aroma de un desayuno con ese sazón que en las pequeñas villas es único y me remite a esa infancia de licuados de leche con vainilla. Los niños de piel morena, los puestos al borde de carretera llenos de bolsas de tamarindo, de frutas y el café con pan colorean lo cotidiano.

Cruzo el pórtico a lado de mi padre, las paredes y las nuevas ventanas anuncia la llegada de una era diferente. Comenzamos a limpiarla de basura que dejan los albañiles , limpiamos y removemos cosas viejas, cambiamos de lugar los muebles. Pasan cuatro horas de trabajos pesados y al fin terminamos, dentro de un closed aun hay viejos monederos y fotos de los hijos de la abuela. Me topo con una sombrilla que al abrirla me hace escuchar una voz y una sonrisa, delante de mi pasa la abuela con ese mismo paraguas, me mira y me toma de la mano, soy un chiquillo, salimos de su casa a dar un paseo por las calles de tierra, compra miel, estamos en su casa y me llama a desayunar mientras juego con un avión de juguete y me escondo de ella, me encuentra y se ríe, aun sin dientes la veo hermosa y sabia, se que siempre estará ahí y me aferro a sus brazos, escucho su corazón. El sueño sigue, todo pasa tan rápido mientras sostengo el paraguas, ahora estoy con mi padre y mis hermanos, escucho sus peticiones y sus bendiciones, es domingo de tarde y regresamos a la capital. Me despido de esa vieja maravillosa recargada en su bastón a través del cristal del automóvil.

Acomodo el paraguas de la abuela, hace mucho tiempo que no me sentía tan solo sin ella, tan feliz y tan lejos de sus brazos, sigo siendo un pequeño en su casa que quiere correr y esconderse, saborear su comida y escuchar su andar cansino en el corredor. La sombrilla de doña Luz descansa muy bien resguardada en esa casa donde aún juego con ella en mis recuerdos. TE QUIERO ABUELA.